ACERCA DEL CONGRESO DE ORIENTE
El año pasado se recordó el 195º aniversario del Congreso de Oriente en una charla debate que tuvo lugar en la Seccional Uruguay de AGMER. Consideramos importante seguir difundiendo y estudiando ese hecho histórico que tuvo lugar en Concepción del Uruguay el 29 de Junio de 1.815.
Transcribimos a continuación un texto escrito por el compañero Federico Tálamo que hace referencia al hecho
De la necesidad de reivindicar histórica y políticamente el Congreso de Oriente (y de por qué no se ha alcanzado tal objetivo)
Por Federico M. Tálamo*
Días atrás fue publicada, en la revista Río Bravo, una entrevista realizada por el periodista Santiago García, en la cual se nos consultaba a Jorge Villanova y quien escribe (ambos como miembros de la Junta Americana por los Pueblos Libres) sobre el estado de avance de la iniciativa propuesta por dicho centro de estudios en relación con la necesidad de contar, en Concepción del Uruguay, con una calle que rinda homenaje al Congreso de Oriente, aquel acontecimiento que tuvo lugar en esta ciudad hace 195 años y en el cual se declaró la independencia de las provincias que integraban la Liga de los Pueblos Libres bajo la Protección de José Artigas.
Como es bien sabido, tal iniciativa se encuentra actualmente paralizada. Las razones de dicha situación fueron sintetizadas en la entrevista a la que hago mención y pretendo aquí ampliar dichos fundamentos, los cuales oportunamente dividí, para su mejor comprensión, en tres esferas de realización: cultural, jurídica y política.
La esfera cultural, tal vez la más importante a los efectos de nuestros propósitos a la hora de solicitar el nombre de la calle, es al mismo tiempo la que supone mayores esfuerzos colectivos y más tiempo, puesto que implica una auténtica toma de conciencia respecto de la trascendencia que tuvo el Congreso de Oriente para la época, pero también, y ello no reviste una importancia menor, una reparación histórica para con la legitimidad de un proceso que es actualmente desconocido por el denominador común de la ciudadanía, desconocimiento que tiene causas fácilmente identificables.
En efecto, reconocer el valor de la gesta revolucionaria comandada por Artigas, los alcances de su proclama emancipadora y los pormenores de la lucha federal contra la hegemonía porteña de aquel entonces (que es, básicamente, no muy diferente de la que hoy conocemos), supone advertir el sistemático avasallamiento que, a lo largo de dos siglos, ha tenido lugar desde la nueva metrópoli hacia el vasto territorio nacional, conforme el cual una organización política centrípeta y deliberadamente centralista ha sido la encargada de interpretar la historia, elaborar un relato acorde con sus intereses y dictar la receta unificada a lo ancho y largo del país.
¿Qué importancia reviste esto? Es muy simple entenderlo cuando comenzamos a advertir que la totalidad de los elementos clave de nuestra historia tienen epicentro en la ciudad de Buenos Aires, o bien, en su defecto, se encuentran ligados a ella por ser la encargada de orquestarlos (piénsese en el Congreso de Tucumán) o por resultar funcionales al posterior proyecto de país de las generaciones liberales allí asentadas (aquí el ejemplo más nítido sería la Batalla de Caseros).
Pues bien, tenemos entre nuestras manos una realidad histórica, académicamente reivindicada por las corrientes historiográficas que no han sido embutidas en el amasijo conservador de la Academia, lo cual da cuenta de una legitimación cada vez mayor de las luchas políticas, económicas y sociales que se gestaron hacia el interior del país. Artigas nunca fue uruguayo, como pretendieron enseñarnos, fue un patriota americano y más rioplatense que muchos de los que luego ocuparon el célebre sillón de Rivadavia. Los orientales tampoco fueron siempre uruguayos, ni los entrerrianos fuimos siempre argentinos. Hoy conservamos, aunque sin el consentimiento conceptual de la ciudadanía (puesto que la mayoría desconoce sus orígenes, al menos a la vera occidental del Uruguay), la ligazón que desde un comienzo hermanó a ambos pueblos: la bandera de Artigas, el noble pabellón que, tanto orientales como entrerrianos, conservamos como símbolo oficial. La misma bandera creada por Belgrano, a la cual se le adosó la franja diagonal de color rojo punzó y que fue jurada (lo cual es en absoluto un dato menor) en el Congreso de Oriente, el mismo que declaró nuestra verdadera independencia un 29 de junio de 1815, el mismo que hoy estamos dispuestos a recordar y reivindicar.
Dicho esto, aunque habiendo mucho más por decir (demasiado para poder sintetizarlo en estas pocas líneas), la idea central es en cambio más breve: existe un aspecto cultural de nuestra lucha, un aspecto que se halla íntimamente ligado a la educación y a los procesos de toma de conciencia colectiva. Mientras ello no sea revertido, de poco servirán los homenajes y las efemérides.
La esfera jurídica, mientras tanto, es mucho más concreta (como es de esperar tratándose de fundamentos que se circunscriben a las normativas legales), más sencilla a la hora de ser explicada y más fácil, también, de ser modificada, puesto que su transformación deriva de las otras dos (política y cultural).
¿A qué nos referimos entonces con los elementos jurídicos que intervienen en este asunto? Son fundamentalmente dos (aunque podríamos incluir otros menores, pero no mi objetivo aquí): la jurisdicción a la que pertenece la avenida perimetral de la Defensa Sur y la ordenanza municipal que regula la denominación de las calles en la ciudad. Una cosa lleva a la otra y antes de poder explicar cualquiera de las dos sería mucho más sencillo partir de los motivos que nos han llevado a elegir dicha avenida para el anhelado homenaje.
El Congreso de Oriente, en el cual nos proclamamos independientes de toda dominación extranjera, merece un reconocimiento de importancia en la ciudad donde ocurrió. ¿Qué quiero decir con esto? Es simple: que no consideramos justo que lleve su nombre una de las calles que se extienden hacia los extremos de la ciudad (una de las tantas "del Oeste" que suelen formar parte de nuestro lenguaje cotidiano y que progresivamente van adquiriendo nuevos nombres, aunque para el común de las personas sigan siendo "del Oeste"). No, definitivamente un episodio de semejante trascendencia merece una calle que tenga para la ciudad la misma importancia. Sin embargo, una ordenanza municipal que data de la gestión de José Lauritto impide cambiar los nombres de las calles (es decir que sólo se puede denominar a las que aún no tengan uno), con lo cual se ve cercenado de antemano cualquier intento de nombrar Congreso de Oriente a, por ejemplo, la calle Congreso de Tucumán, que homenajea un acontecimiento del cual nuestra provincia no formó parte. ¿Qué mejor opción, pues, que la (hasta hace poco sin nombre) avenida perimetral de la Defensa Sur? Me permito añadir algunos datos curiosos para apoyar la alternativa: dicha avenida comienza en la intersección entre las calles... ¡José Gervasio Artigas y 1º del Sur! Pero eso no es todo, porque concluye en la intersección entre las calles Suipacha y Las Piedras (para los desentendidos del tema, ambas fueron batallas libradas por las fuerzas patrióticas contra los ejércitos realistas, en el Alto Perú y en la Banda Oriental respectivamente).
Ahora bien, allanado este camino, nos encontramos con un segundo obstáculo: La avenida en cuestión se encuentra dentro de la jurisdicción provincial y no forma parte del ejido municipal de Concepción del Uruguay, con lo cual una propuesta de esta naturaleza no prosperaría nunca de ser presentada en el Concejo Deliberante. Es aquí donde se incorpora un nuevo elemento, ya que un numeroso grupo de vecinos del barrio Puerto Viejo venía proponiendo, desde hace ya tiempo, que la Defensa Sur (no la avenida, sino la obra) reciba el nombre de Domingo Martínez, uno de los más abnegados vecinos que lucharon por su realización. Coincido (y desde la Junta Americana por los Pueblos Libres coincidimos) plenamente con este pedido, pero no es necesario oponerlo al nuestro, ya que son ambos perfectamente complementarios entre sí. Nombrar Domingo Martínez a la Defensa Sur y Congreso de Oriente a su avenida perimetral: negocio redondo y merecido reconocimiento para todos. Pero siempre tiene que haber un obstáculo que surja de manera imprevista y desarticule todas las acciones hasta aquí realizadas. En este caso, el reciente fallecimiento de Néstor Kirchner. Pero ya no sería justo seguir analizándolo desde la esfera jurídica, puesto que nos estamos entrometiendo en los aspectos políticos que definen esta cuestión, a saber, los de mayor peso...
Pues bien, si vamos a entrar de lleno a la esfera política, repasemos rápidamente algunos datos recientes: 27 de octubre de 2010, mientras se estaba realizando el censo nacional muere el ex presidente, lo cual deja como resultado, producto de la adhesión que su figura despertaba en muchos sectores políticos, una congoja de importantes dimensiones; inmediatamente, casi como ocurriera en la mayor parte del país, el oficialismo kirchnerista (encabezado por el szelcismo uruguayense) propone, contra cualquier tipo de pronóstico, otorgar el nombre de Néstor Kirchner a la avenida que veníamos reclamando. Al contrario de lo que sucediera anteriormente con nuestra propuesta, la iniciativa adquiere inmediatamente importancia para el gobierno municipal, el cual se pone a la cabeza de las gestiones para dar con dicho cometido. No obstante, cabe recordar que la avenida se encuentra, como ya hemos visto, en jurisdicción provincial, por lo cual el Ejecutivo local (y el Concejo Deliberante, que no es el Poder Ejecutivo pero es básicamente lo mismo) no tiene nada que hacer al respecto, pues no puede tomar cartas en el asunto.
La Legislatura provincial, en cambio, se encuentra casi hegemonizada por el sector que responde a Jorge Busti, antiguo aliado de Kirchner y luego, hasta su muerte, su acérrimo adversario (hoy lo sigue siendo de su sector político). El ala bustista del peronismo en la Legislatura, enterada de las intenciones del gobierno uruguayense, no vaciló en apresurarse y otorgar el nombre de Domingo Martínez a la avenida perimetral de la Defensa Sur.
No es mi intención discurrir sobre las verdaderas intenciones de Busti a la hora de encabezar esta iniciativa, no quiero tampoco jugar con el buen nombre del ex gobernador al notar que, muy casualmente, se enteró de que Domingo Martínez merecía su homenaje casi simultáneamente con la movida del scelzismo uruguayense (esto, a lo sumo, quedará librado a la interpretación de cada quien). Lo que sí es preciso aclarar, y me siento en la obligación de decir, es que nuevamente, como muchas veces ha ocurrido a lo largo de nuestra historia, disputas y tensiones políticas se han entremezclado con reclamos legítimos para difuminar y hacer desvanecer muchas de las nobles aspiraciones que mueven al pueblo argentino, entrerriano o uruguayense.
No estoy revelando ninguna novedad al decir que, siempre y sin lugar a excepción, ha sido el poder político el encargado de decidir y definir qué es y qué no es históricamente correcto y meritorio de reconocimiento. Nuestros monumentos históricos nacionales son clara prueba de ello, basta tan sólo con investigar sobre los años en que el gobierno nacional ha decretado los correspondientes reconocimientos a nuestra ciudad: la Basílica y el Colegio del Uruguay, por ejemplo, durante un gobierno de facto, en 1942; el Palacio San José, durante un gobierno elegido mediante el autoproclamado "fraude patriótico", en 1935.
A modo de conclusión... ¿Qué es lo que pretendo remarcar con todo esto? Nada en particular, sólo el hecho de que se está defendiendo la reivindicación de una gesta histórica que nos compete a todos, sin excepción ni distinción de ideología o partido político. Entre los que solicitamos el homenaje al Congreso de Oriente se cuentan militantes peronistas, radicales y socialistas, incluso personas que no tienen vinculación con partido alguno, historiadores y representantes del ámbito académico, periodistas y trabajadores de las más variadas ramas. No se trata del reclamo de un sector específico, se trata de un reclamo histórico, un reclamo que nos involucra desde la más pura raíz del pensamiento político de nuestra provincia: la esencia del federalismo que baña cada una de nuestras luchas.
Un sueño como el de las personas que nos precedieron no merece permanecer silenciado, es tiempo de que nos ocupemos de nuestra herencia histórica y digamos basta a la embestida de un relato oficial centralista que nos ha ninguneado desde los orígenes de la Argentina misma.
*El autor es docente, militante de AGMER e integrante de la Junta Americana por los Pueblos Libres (centro de estudios enrolado en los valores del artiguismo y consagrado a la recuperación del pasado y presente cultural de la región).
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