DOCENTES: las licencias cuestionadas
Ponerse en el lugar del "otro" resulta difícil e incómodo. Difícil pues se desconocen los mínimos detalles de la vida, actividades, opinión, valores, prioridades que el "otro" sostiene para vivir, e incómodo porque si se descubren los problemas o falencias del "otro", no se podrán solucionar en su totalidad, y se pasa por meros "opinólogos".
Stella Maldonado, en "La escuela como territorio de intervención política" afirma: "Toda situación de poder que naturalice la desigualdad y la jerarquía es una situación de violencia permanente que transforma a una porción de sujeto en objeto". Es desde aquí desde donde se debe reflexionar, no como docentes sino como ciudadanos conscientes del trabajo del otro, como hombres y mujeres que conocen el trabajo de los maestros y profesores de sus hijos, o sus catedráticos, como funcionarios capacitados para cumplir el rol que les han encomendado, según la ubicación social que se tenga.
El docente de hoy está condenado a trabajar en un abanico interminable de actividades dentro de la escuela que no se remite sólo a enseñar y procurar que sus alumnos aprendan, que es para lo cual estudió. Poco ha cambiado la labor que el maestro realizaba en el siglo XIX y principios del XX, con algunas conquistas claro, no limpia las dependencias de la escuela y puede tener pareja.
Las presiones son de diversos sectores, el gobierno que quiere hacerlo parecer un vago, que vive de licencia injustificada, los padres que se ven agobiados por los días de paro sin tener quien cuide sus hijos, alejados totalmente de la escuela que tiene muchos problemas económicos, más que en sus propios hogares, los políticos obsecuentes que en su alto grado de demagogia quieren ahorrar en educación en la cobertura de cargos y horas cátedra por licencias médicas y las tantas licencias por reubicación en cargos políticos o contratos con el Estado provincial y nacional (aunque ningún artículo hable de estas últimas licencias, muchas justificadas por profesionales vinculados con el poder), y van contra el docente que no se aleja de la escuela, beneficiando al que sí utiliza la docencia como trampolín político.
En suma, parte de la sociedad hostiga al docente culpándolo de la no educabilidad de los alumnos de todos los niveles, sociedad que desconoce las verdaderas causas de ello: deterioro de las condiciones vitales de los educandos, escaso poder adquisitivo de las familias que no cubren las necesidades educativas de sus hijos, una escuela vacía de recursos que debe incluir a niños y jóvenes con necesidades educativas especiales sin el apoyo de profesionales de la salud (psicólogos, psicopedagogos, neurólogos, estimuladores, auxiliares de aula para las patologías, etc.) que estimulen al alumno y ayuden al docente, maestros capacitados según criterios arbitrarios de las distintas administraciones provinciales que dejan de lado a los IFD universitarios y no universitarios donde realmente circula el conocimiento actualizado.
Estos son signos de violencia, posicionarse frente al docente que por su salud o la de sus familiares debe ausentarse del trabajo y más violencia aún para los niños, jóvenes y adultos que no tiene clases cuando no se cubren los cargos u horas cátedra o son atendidos por otro docente o directivo que sobrecarga su actividad a costa de su bienestar personal.
Es conveniente aclarar a la sociedad que muchas escuelas tienen el cupo de suplencias (8% del personal) restringidas por esas licencias políticas que son pagas desde el Consejo General de Educación y también desde el Ejecutivo, alcanzando así un sueldo que otros docentes no alcanzarán ni trabajando 62 horas semanales.
Lo paradójico de la situación es que la escuela, institución educativa que tiene que formar sujetos creadores, independientes, forjadores de su destino, solidarios con sus semejantes, críticos de la sociedad en que viven, se convierte, con la falta de inversión y las acciones de los malos funcionarios obsecuentes con quienes recibieron el voto popular, en una guardería asistemática, un lugar donde se hace lo que se puede y no lo que se debe.
Para actuar consecuentemente con los problemas planteados en las escuelas entrerrianas, primero hay que conocer los inconvenientes y todas sus aristas.
¿Alguien puede pensar que haya docentes fingiendo enfermedades y médicos de nuestras localidades que pongan en riesgo sus matrículas por $4 por orden o $20 por consulta, extendiendo certificados ficticios? ¿Qué los trabajadores de la educación quieran tener 2 cargos por placer, o trabajar más de 36 (muchos trabajan más de 50) horas cátedra para matar el tiempo, dejando solos a sus hijos? Si esto sucede, señor, señora en la escuela de su barrio es porque el docente está tratando de cubrir las necesidades básicas de su familia y en este correr alocado se estresan, se deprimen, se enferman de los músculos, las articulaciones, los huesos, adquieren úlceras, etc., etc., Se enferman de impotencia frente a la incertidumbre de cada cobro de haberes, de los reclamos que deberá realizar por falta de recibo, por falta de dinero, por el cobro del traslado, de las asignaciones familiares. Se enferman de ver la injusticia, de no conseguir un trabajo en los lugares donde tienen residencia cuando solo le faltan pocos años para jubilarse, mientras algunos jóvenes colegas tienen el traslado solicitándolo al político poderoso de turno o a un amigo de un amigo. Se enferman pues corren del aula a la capacitación, pagando el traslado, despiertos 24 hs. si tienen que viajar desde la costa del Uruguay a la capital provincial. No se pueden capacitar en un IFD, como en los países serios, en la Universidad , con sus gastos pagos por el Estado, con licencias para estudiar de verdad, no para picotear lo que otro colega picoteo menos que él.
En fin, las condiciones laborales en el sector docente son realmente de sometimiento político ya que los reclamos no son escuchados, el diálogo no existe, es una demostración de poder y controversia que desgasta al trabajador de la educación convertido en objeto de las políticas educativas de la gobiernos de turno.
Prof. Sofía de Lourdes Fernández
Comentarios