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¿cual es la verdadera disputa?

Pág. 12        |Viernes, 30 de Mayo de 2008

Otra vía para superar la crisis

Por C. Katz, M. Svampa, H. Calello,
E. Adamovsky, E. Lucita *
Desde el 11 de marzo, cuando el gobierno nacional tomó la decisión de aumentar las retenciones y hacerlas móviles en función de los precios internacionales, escaló un conflicto que ha concluido instalando una polarización política entre el Gobierno y las entidades del campo. No es verdad que tengamos que aceptar a libro cerrado los argumentos y las propuestas de ambos sectores, como si no hubiera propuestas y medidas superadoras. Detrás de las demandas de eliminación de las retenciones móviles, las entidades del campo han enarbolado un programa de liberalización del mercado exportador de alimentos, con el fin del acaparar el máximo posible de las rentas extraordinarias, mientras difunden el planteo ideológico de que el Estado no debe meterse con los negocios privados. Bajo la cobertura de un falso federalismo se promueve una plataforma de medidas afín a los intereses del agronegocio y la Sociedad Rural (...). Las clases propietarias y los grupos agrarios más concentrados no toleran siquiera una tibia e inconsecuente regulación estatal y distribución de renta, enarbolando sus intereses privados y su ganancia creciente por sobre la alimentación, el salario, la educación y la salud de todo el pueblo argentino. Hoy el campo acumula superganancias que no se encuentran en ninguna otra rama de la producción. Esa situación impar es la que permitió batir records año tras año, incluso a costa de desplazar de sus tierras ancestrales a los campesinos pobres del Norte argentino y de las condiciones laborales precarias e irregulares de más de un millón de peones rurales (...). Los cacerolazos que hemos visto en la Capital y otros centros urbanos, pese a su heterogeneidad inicial, se han ido configurando en la antítesis de la rebelión de 2001, motorizados por sectores altos de la sociedad, muchos de ellos rentistas, y por la oposición de derecha que ya se había manifestado en las elecciones legislativas y en las presidenciales de octubre pasado.
La mayoría de los medios de comunicación, grandes grupos concentrados que detentan el poder comunicacional y el cuasi monopolio de la palabra y la imagen, han jugado un rol protagónico como aglutinantes de una derecha invertebrada, distorsionando la realidad, creando una atmósfera política artificial y una opinión popular ficticia.
La principal preocupación del Gobierno frente al lockout ha sido reafirmar su autoridad política frente a un desafío sectorial que rompe el equilibrio de alianzas que ha sostenido su gestión: desde el inicio se ha apoyado en el modelo sojero que ahora cuestiona. Recurrió a todas las variantes posibles: discursos agresivos y contemporizadores, amenazas y negociaciones, y ha quedado políticamente debilitado. Incapacidad política y errores de implementación técnica unificaron el campo opositor y le hicieron perder aliados naturales. Profundizó este esquema con el consiguiente desplazamiento de productores, afectando la soberanía alimentaria, fortaleciendo los pools de siembra y los grupos exportadores (Dreyfus, Cargill, Nidera, Bayer), permitiendo la escandalosa apropiación diferencial entre los impuestos pagados por los productores y lo realmente ingresado a las arcas del Estado. No casualmente estos grupos económicos no han sido casi mencionados en la crisis actual ni por el Gobierno ni por las entidades del campo.
El Gobierno tampoco cambió la estructura tributaria regresiva, ni adoptó ninguna iniciativa para recuperar el patrimonio nacional rematado durante el menemismo. A pesar de las fenomenales tasas de crecimiento del actual ciclo económico, de la fuerte creación de empleo y de la recuperación salarial, persisten la segmentación y la precarización en el mercado de trabajo, se conservan muchas de las peores leyes laborales de los '90, e incluso de la dictadura, como la de los peones rurales. Al no adoptar medidas para modificar efectivamente la distribución del ingreso, la brecha entre ricos y pobres continúa ensanchándose.
Las políticas en curso no pueden asegurar, ni tampoco se lo proponen, la reconstrucción de un sistema de transporte ferroviario barato y ecológicamente sustentable, aunque se proyecta un "tren bala" que nos vuelve dependientes de tecnologías que no poseemos, que es inservible para el transporte de cargas y que sólo podrá ser utilizado por una elite de pasajeros de altos ingresos. La Argentina posee el raro privilegio de ser el único país que enajenó su renta petrolera y, a contrapelo de las tendencias latinoamericanas –Bolivia, Ecuador, Venezuela—, no hay proyecto alguno para recuperarla, por el contrario, asistimos a la profundización de la política menemista en materia de hidrocarburos. Lo mismo sucede con las empresas privatizadas de servicios públicos y la generación y distribución de energía. Los grupos de medios de comunicación hoy denunciados por su papel en la crisis son los mismos que ayer fueron beneficiados con la renovación de las licencias (...)
Según cómo se resuelva esta disputa no resulta ocioso ni indiferente para el movimiento obrero y las clases subalternas, como tampoco lo es la intervención estatal, aun a sabiendas de que lo más probable sea un acuerdo donde el modelo primario-extractivo-exportador no será modificado sustancialmente (...). No puede haber neutralidad ante la amenaza de que la derecha logre parte de sus demandas y coloque sobre la agenda futura su programa de restauración neoliberal. Una liberalización de las exportaciones como demandan los ruralistas y los ideólogos del establishment dispararía los precios de los alimentos, con el consiguiente efecto sobre los salarios reales de los trabajadores y las condiciones de vida y existencia de las clases populares. Rechazamos enérgica y categóricamente su chantaje y defendemos el derecho del Gobierno a implementar retenciones móviles y cupos de exportación. Pero sostenemos que el curso que ha tomado hasta el día de hoy, lejos de ser una palanca para iniciar un cambio efectivo del modelo, cohabita con él, favorece a los grandes propietarios y pools sojeros y a los grandes exportadores, mientras afecta a su propia base popular al mostrarse impotente para un control eficaz de la inflación.
* El texto –del que aquí se publican los principales fragmentos– lleva también la firma de Claudia Korol, Carlos "Perro" Santillán, Antonio Bitto, Fabio Resino, Guillermo Almeyra, Susana Neuhaus, Guillermo Gigliani, Alejandro Bercovich, entre otras personas y movimientos sociales.
 
 
 
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Viernes, 30 de Mayo de 2008

Haga patria ("mate un...")

Por Eduardo De la Serna *
Muchos recordamos slogans como el viejo "haga patria, mate un cura", o "un judío", o "un gaucho", o lo que fuere según la posición e intolerancia del dicente. Es cierto que en nombre de la "Patria" –casa de los padres– hemos negado fraternidad (y sonoridad) a todo ese sector, grande o pequeño, que no pertenecía a nuestro modo de pensar o vivir. El tema parece ser "la patria soy yo", en la misma línea del dicho "l'état c'est moi", "la tradizione sono io", siempre repetido, generalmente, por los que tienen algo de poder, o creen tenerlo, o lo reclaman.
Hoy parece ser que algunos se tironean el reclamo de "ser la patria" y de ese modo excluir a los demás, a "los otros". ¿Y la patria? Mal, gracias...
Tengo mi posición tomada en todo este conflicto. Posición que puede no interesar a nadie, pero quisiera compartirla para que a aquellos que les interese les pueda servir, o me puedan servir sus comentarios.
Sé que muchos me dirán que no tengo buena información. Les aclaro que es cierto. Por eso creo que las cosas técnicas deben manejarlas los técnicos, o –para ser más precisos– discutirlas ellos y aportar caminos para que los que tienen que tomar las decisiones las tomen. Pero creo que el problema hace mucho que dejó de ser técnico. El problema hoy es político. Por un lado, creo que tenemos un gobierno con muy poca capacidad de diálogo, que suele ver a los que piensan diferente como adversarios y a veces hasta como enemigos. Esto se ha manifestado en decenas de momentos: desde las relaciones con la hermana República Oriental del Uruguay, las relaciones con la jerarquía eclesiástica, y ahora en el desencuentro con un sector poderoso del campo. Eso no significa que se deba estar de acuerdo. El diálogo no se mantiene con los que están de acuerdo con uno; en ese caso se parecería más a un soliloquio. Pero, por otro lado, por supuesto que quienes dicen que "la cosa es ganar o ganar", o "el problema son los Kirchner" no manifiestan ninguna disposición al diálogo. Eso tampoco significa actitud de "bajar la cabeza". Estoy de acuerdo con que el/la Presidente/a no vaya ni a la Sociedad Rural ni al Te Deum para ser retado públicamente.
Cuando veo los rechazos al ALCA, los resultados de las elecciones en los países vecinos, y a su vez los problemas que se van suscitando en Bolivia, entre países hermanos como Ecuador, Colombia y Venezuela, entre Argentina y Uruguay, para poner los ejemplos más evidentes, no puedo menos que recordar lo que me decía un rabino amigo: "esas cosas no pasan en EE.UU. porque allí no hay embajada yanqui". Pero yo me hago algunas preguntas: el dirigente De Angeli dice: "Queremos ser un país agroexportador". ¿Quiénes son esos "nosotros"? ¡Yo no! No quiero volver a la Argentina de la generación del '80, que exportaba granos y carne al mundo para que el mundo le venda los productos elaborados. Y mucho menos en este tiempo. No quiero ser el país al que le "da lo mismo fabricar acero que caramelos", como decía Martínez de Hoz y avalaba Domingo Cavallo. Personalmente creo que el debate de qué país queremos los argentinos es un debate que se da en cada elección, no al pie de un monumento. Es verdad que deseo que se habiliten las instancias de democracia indirecta con plebiscitos y referéndum que la Constitución del '94 propuso y nunca se reglamentaron. Pero quisiera debates en serio y no en el caliente de una asamblea o ante los tiempos siempre tiranos de los medios de comunicación. Debates en los que participen las universidades y las fábricas, las escuelas, las comunidades religiosas, las organizaciones sociales, civiles, los colectivos... Pero me resulta raro que Gualeguaychú maneje nuestras relaciones exteriores y casi nos lleve a la ruptura con Uruguay, y ahora maneje mucho de nuestra relación campo-Gobierno. Además, recuerdo haber escuchado a su dirigente mientras impedían los pasos de todos los camiones preguntar a la asamblea si estaba de acuerdo con el paso de cítricos (cosa que obviamente se aceptó... al fin y al cabo se trata de Entre Ríos).
Los otros días hablaba con una religiosa que trabaja con indígenas y campesinos en el norte argentino y confirmó lo que escuchamos de otras partes: los campesinos están divididos en este tema y los más pequeños campesinos están de acuerdo con el Gobierno. Los campesinos a los que les confiscaron las tierras para el triunfo de la "patria sojera", los que tienen 5 o 10 hectáreas. Los mismos a los que la antiguamente combativa Federación Agraria dejó de lado.
"Quiero ser enemigo de Cristina, pero sus enemigos no me dejan", me decía un conocido con el que tengo muy buena relación y aprecio. Es verdad que hay decenas de cosas que no me gustan y quisiera debatir, sin que esto signifique negar su legitimidad; como no puedo negar la legitimidad de democráticos gobiernos pasados que he detestado. Pero cuando veo a muchos de los enemigos del Gobierno, no puedo menos que solidarizarme con él. Cuando escucho a Macri o Carrió, cuando leo algún diario o veo sus primeras planas, cuando veo a algunos políticos en Rosario, no puedo menos que sentirme en la vereda de enfrente.
Sé que el tema es complejo, que en los discursos una y otra parte parecen razonables, y también parecen razonables las críticas al "otro bando". Esto entra en el terreno técnico; pero a la hora del terreno político no quiero una patria sin el campo, ni mucho menos contra el campo, pero mucho, mucho menos quiero una patria que se identifique con el campo. Ese modelo de De Angeli no lo quiero para mi país. Si lo quisiera, si quisiera hacer esa patria, leería La Nación, escucharía otros medios, viajaría por otros lugares a los que elijo conocer, y hubiera votado otros candidatos (y repito que no voté a Cristina).
* Coordinador del movimiento Carlos Mugica de sacerdotes en opción por los pobres.

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